ENEATIPO 4: LA ENVIDIA

Crees que los demás han tenido más suerte que tú?

Muchos de nosotros estamos insatisfechos con la suerte que nos ha tocado, nunca estamos contentos con nosotros mismos tal y como somos, o con lo que tenemos, en cambio lo que tienen los otros, o cómo son, nos parece mejor. Por otra parte, es habitual que algunas veces nos alegremos por la suerte de otra persona cuando algo le ha ido bien, y lamentemos algo que a nosotros no nos ha ido bien argumentando que hemos tenido mala suerte, pensando que la suerte es algo que va con unos y con otros no…

Lo cierto es que constantemente comparamos lo que tenemos con lo que tienen otros, y la mayoría de las veces vemos como mejor lo de los demás, con lo que manifestamos una tendencia a proyectar cosas buenas en los ellos y percibir que esas cosas son las que a nosotros nos faltan, este es el origen de la envidia en del eneatipo 4, lo podemos ver, cualquiera de nosotros, en esa tendencia a envidiar a los ricos y famosos de los programas de televisión, dando por hecho que son felices simplemente porque pensamos en cómo nos sentiríamos si estuviéramos en su lugar.

Hay grados de envidia, empezando por la admiración hacia alguna persona por tener algo que nos gustaría tener a nosotros, algo normal y habitual; pero otras veces llegamos a un nivel de envidia que conlleva tal malestar que puede alcanzar el extremo de un gran sentimiento de odio,  acompañado de un deseo, más o menos consciente, de destrucción de la persona envidiada.

A esta envidia por lo que tienen otros se añade también la envidia por la capacidad que tienen para conseguirlo, y en ello hay implícita una acusación contra nosotros mismos, nos sentimos disminuidos y humillados, mientras que los demás son capaces de tener nosotros no podemos hacer nada. A menudo nos decimos, para compensar, que no importa, que lo que tienen otros no vale para mí, estoy bien así, no quiero ser como ellos, los vemos superficiales y materialistas, y ante nuestra escasez nos confortamos hurgando en las profundidades de nuestro sufrimiento, si tuviéramos lo que nos falta seríamos mucho mejores que los demás, porque en realidad somos diferentes y especiales.

Envidiamos a los demás y deseamos ser una persona mejor, rechazándonos a nosotros mismos, siendo incapaces de nutrir la única sustancia que poseemos, nuestra esencia, ya que no somos capaces de verla. Así que cuando envidiamos a alguien le estamos idealizando y a lo que éste posee, y a la vez nos estamos rechazando a nosotros mismos y a lo que tenemos. De modo que tanto nosotros como el otro, en vez de ser tomados como una totalidad, como personas completas, consideramos solo una parte, y mientras la parte del otro es idealizada como lo que es bueno y deseable, cuando nos comparamos, nos fijamos solamente en nuestras carencias. Solamente si estamos abiertos a percibir nuestros cambios de ser, estar y sentir, cuando somos capaces de vernos en nuestra totalidad, con todo lo que somos, con los mejores y peores atributos, entonces seremos capaces de ver lo mismo en el otro.

No tenemos carencias sino diferencias, y en eso todos somos iguales. Es más fácil ver lo bueno de los demás porque es lo que quieren mostrar, y lo malo queda en privado, como si no existiera, pero existe, igual que existe lo bueno en nosotros y que muchas veces parece que hemos olvidado. Somos capaces de muchas cosas, de dar amor y de compartir, de sobrevivir en los malos momentos; nuestras virtudes no son siempre algo visible, están en el fondo de nuestro corazón, y además están deseando salir. Pero debemos ver y valorar todo lo que guardamos en nuestro interior si queremos compartirlo y no depender nunca del juicio de los demás.

 

Ecuanimidad, la virtud del eneatipo Cuatro, viene a significar “igual ánimo”, un equilibrio emocional que solo es posible cuando nos observamos con equidad de mente y de corazón, una visión completa y equilibrada de nosotros y de todos los demás. La ecuanimidad se desarrolla manteniendo nuestro corazón abierto a las circunstancias cambiantes de nuestra vida y comprendiendo que aquello que se considera bueno está siempre en nuestro interior, igual que en el de los otros, que seamos capaces de regocijarnos y deleitarnos con la belleza y abundancia del alma, la cual forma parte de todos y cada uno de los seres humanos.

 


Lluís Rodríguez

Psicólogo, psicoterapeuta y formador. Profesor de Eneagrama de la Personalidad.

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