Las virtudes son la expresión natural de nuestra existencia, así que todo lo que tenemos que hacer es explorarlas, sembrar la semilla de la comprensión y abrirnos a investigar qué es lo que obstaculiza el que podamos manifestar las virtudes en nuestra conciencia.

Para realizar este trabajo se requiere ser implacable. Desenterrar las pasiones de nuestra alma precisa de una gran honestidad pues estas se mantienen firmes, tratando de convencernos de que no necesitamos verlas y oscurecen su aspecto cuando las encontramos para que no podamos acceder a ellas con la suficiente claridad, sino que más bien nos amenazan con anular nuestra identidad, nos confunden haciéndonos pensar que nos protegen pero en cambio nos mantienen es un perpetuo sufrimiento. Tenemos que abandonar nuestros juicios y tener la mayor compasión posible hacia nosotros mismos a la hora de adentrarnos en nuestro ego.

Ni las pasiones ni las virtudes tienen un valor práctico a menos que trabajemos profundamente con ellas, y para esto tenemos el mapa del Eneagrama, para guiarnos por el camino de nuestro desarrollo personal a través de nuestras más profundas motivaciones.

                   ENEATIPO  1:   IRA “
En el Eneagrama la Ira se define como una actitud de reacción contra lo que nos presenta la realidad, cuando ésta se percibe como imperfecta.
Representa a personas que están al servicio del bien, la ética, la virtud y de todo lo que ellos consideran correcto y apropiado, tratando de ensalzar la moral en cualquier esfera de la vida en la que se desenvuelven. Debido a ello experimentan la Ira como una actitud de intolerancia y crítica y la viven más bien dentro de una atmósfera de resentimiento más que de hostilidad, una sensación conectada a un sentimiento profundo de culpa y de vergüenza, de no ser perfectos como deberían ser, y una creencia inquebrantable de que solamente si se esfuerzan lo suficiente para ser mejores podrán algún día sentirse completos.
Independientemente del contenido, la Ira se experimenta como un diálogo interno con un tono permanente de

 evaluación y juicio, y se acompaña muy frecuentemente con el uso de palabras como “deberías” y “tendrías”, que cuando evalúa como son las cosas las compara con un ideal de cómo deberían ser. Este crítico interno es el causante de que nuestras facetas psicológicas más espontáneas, aquellas conectadas a las experiencias de la primera infancia, vivan ocultas en nuestra psique, como un niño pequeño al que no se le permite expresarse porque solo dice tonterías, porque es irresponsable o porque todo lo hace mal.
La Ira es como un corsé en nuestra alma, un juez que, a partir de un propósito de corrección, nos evalúa siempre de forma negativa y nos lleva a veces a identificarnos como inmaduros, dependientes y sobre todo pequeños. Una voz interior que suena como la de nuestros padres cuando nos daban órdenes y nos reñían. 
La Ira del eneatipo Uno representa la primera barrera que no nos permite ser nosotros mismos, la primera lección recibida de que debemos reprimir nuestras más genuinas expresiones, y lo más doloroso, la primera indicación de que tenemos que ser mejores y que no nos merecemos ser felices hasta que lo hagamos bien, porque si no somos perfectos es que somos indignos, inmorales y defectuosos.
La Pasión de la Ira representa la percepción del error y el propósito de corregirlo. No hay nada malo en ello, el problema es el juicio, nadie tiene derecho a juzgar a nadie, todos hacemos lo que podemos con la vida que nos ha tocado vivir y la Ira solo viene a impedir una sana evolución mediante un sufrimiento gratuito, para mejorar no necesitamos creer que somos defectuosos sino ver todo como es, no como tiene que ser.
Esto es lo que nos dice la Virtud de la Serenidad, la conciencia de que no necesitamos satisfacer a nadie, no hace

falta ningún requisito para aceptar algo, que podemos estar abiertos a recibir las cosas como son y trabajar nuestros estándares internos sin necesitar conectar con ninguna clase de juicio.

 Serenidad es aceptación, observar lo que nos muestra la vida y aprender a amar todo como es, incluidos nosotros mismos. La Serenidad se adquiere cuando alcanzamos a percibir nuestra esencia y la dejamos expresarse con libertad, sin tratar de cambiar ni luchar contra nada de lo que encontremos ahí. 

ENEATIPO 2:  “ORGULLO”

El orgullo reside en valorar e invertir energía en cómo nos gustaría vernos a nosotros mismos, en nuestra imagen idealizada, con cierta miopía hacia cómo somos en realidad y un rechazo contundente hacia quienes nos ven de forma negativa.

Lo que nos produzca orgullo puede variar mucho de unas personas a otras pero siempre es una sobreestimación de nuestros atributos, como nuestra belleza, elegancia, inteligencia, riqueza, simpatía, etc. En cualquier caso deseamos situarnos por encima de los demás y para ello inflamos nuestra imagen con importancia y valor.

Para el eneatipo Dos la imagen idealizada es la de una persona digna de ser amada, reconocida sobre todo por las personas que cree importantes o especiales, por lo que el orgullo depende de lo que los demás piensen de ella, y así mismo su estado emocional. Esto se acaba convirtiendo, a veces, en una montaña rusa en la que cada vez que la realidad le devuelve la imagen dañada o devaluada, el orgulloso empuja hacia arriba su autoestima para compensar, mostrando de este modo un carácter histriónico y una exagerada actitud de autoimportancia. Muchas veces encontramos aquí un carácter de autosuficienca, la actitud del que no necesita amor, porque necesitarlo sería admitir que no es tan amado como su orgullo le dice, sino del que da amor, una persona que tiene tanto para dar que puede ayudar o consolar a cualquiera, que tiene tanto que todo el mundo la necesita, que los demás son felices gracias a él, o a ella.

Hay por otra parte, en el orgullo, un componente muy evidente de menosprecio hacia el otro, es el polo opuesto y necesario del auto-inflamiento. Nuestra autoimportancia depende de la insignificancia del otro y por eso necesitamos alzarnos por encima de los demás en algo o en todo, y si no lo conseguimos, tratar de humillar o de despresiar, de cortar las piernas del otro para que se vea rebajado, para que nos mire desde abajo, porque al orgulloso le encanta mirar desde arriba…

Cuanto más desarrollada es una persona más consciente es de sus capacidades y limitaciones, esta objetividad o realismo es la virtud del eneatipo Dos, la Humildad, humildad para conocernos y aceptarnos como somos. La Humildad es el principal camino hacia la verdad, es la valoración de cómo somos realmente y no de cómo nos gustaría ser, que no somos poco, que no somos más, sino que somos lo mismo. Esto no depende de cómo somos valorados por los demás, ni cómo medimos nosotros a los demás, es algo que conoceremos en nuestros propios corazones en forma de libertad, del verdadero sentido de vivir y de ver la verdad sobre nosotros en forma de una maravillosa parte de un todo superior.

Desde la perspectiva de la personalidad, nosotros podemos ser especiales o despreciables, pero eso nunca es una evaluación real de lo que somos. Cada uno de nosotros es único y especial, cada uno de nosotros es importante y tiene su propio cometido, no a expensas de los demás sino junto a los demás, cada uno tiene su lugar particular en la humanidad al igual que la humanidad tiene su lugar particular en el universo.

ENEATIPO 3:  VANIDAD

Las cosas no son lo que parecen…

La Vanidad del eneatipo 3 corresponde, por una parte a la creación de una imagen ideal a partir de los valores adscritos o admirados por una persona, y por otra parte a un esfuerzo por representar esa imagen hasta logra convencer a los demás y a sí mismo de que ellos son así.

Vanidad es la creencia de que uno crea y sostiene su propia identidad como un auténtico “yo”, y tras identificarse con el personaje interpretado, el Vanidoso se convence totalmente de que es la fachada que está vendiendo a los demás. Mientras que el orgulloso trata de vivir como si fuera su ego idealizado el vanidoso trata de serlo, se presenta a los demás como si lo fuera y va ajustando esta imagen para adaptarla y que encaje mejor en cada circunstancia.

Es por todo esto que el Tres desarrolla una habilidad importante para sintonizar con el ego ideal de los demás y presentar una buena copia de éste, convenciendo no solo a los otros sino a sí mismos. Ya desde pequeños aprendieron a representar el papel ideal en su entorno y fueron ajustando esta imagen conforme este entorno fue cambiando al hacerse mayores, es por esto que se dice que son camaleónicos. Ello se deriva en un “yo soy porque alguien me ve”, debido a esto lo que se valora es el exterior,  el interior en cambio solo importa para crear y mejorar el envoltorio y así conseguir sentirse amados y valorados.

Este enfoque es más un asunto de hacer que de ser, un esfuerzo de actividad interior, a menudo inconsciente, para encontrar cuál es el “yo” ideal y cómo representarlo, y no mostrarse como ellos son realmente. Además, ellos no solo creen que son aquello que aparentan ser, sino que además creenque su valor reside en lo que son capaces de conseguir. Creen que uno es lo que hace, y que tienen que generar sustento y soporte en sus vidas, por esto suelen estar siempre tan ocupados haciendo todo lo que se tiene que hacer para sostener este mundo.

Por lo tanto el antídoto para la Vanidad se encuentra en la virtud de la Autenticidad. Vivir una vida en la autenticidad sería ser como somos y ser quienes somos, eso significaría vivir una vida según nuestra verdadera naturaleza no según nuestra personalidad; que nuestras actuaciones y nuestras interacciones fueran la expresión de nuestra profundidad y no de algo orientado al reconocimiento de los demás. Que en realidad yo pueda ser quien quiera ser, que no sean los demás los que tengan ese poder, solo siendo yo mismo es como puedo sentirme libre.

ENEATIPO 4: LA ENVIDIA

Crees que los demás han tenido más suerte que tú?

Muchos de nosotros estamos insatisfechos con la suerte que nos ha tocado, nunca estamos contentos con nosotros mismos tal y como somos, o con lo que tenemos, en cambio lo que tienen los otros, o cómo son, nos parece mejor. Por otra parte, es habitual que algunas veces nos alegremos por la suerte de otra persona cuando algo le ha ido bien, y lamentemos algo que a nosotros no nos ha ido bien argumentando que hemos tenido mala suerte, pensando que la suerte es algo que va con unos y con otros no…

Lo cierto es que constantemente comparamos lo que tenemos con lo que tienen otros, y la mayoría de las veces vemos como mejor lo de los demás, con lo que manifestamos una tendencia a proyectar cosas buenas en los ellos y percibir que esas cosas son las que a nosotros nos faltan, este es el origen de la envidia en del eneatipo 4, lo podemos ver, cualquiera de nosotros, en esa tendencia a envidiar a los ricos y famosos de los programas de televisión, dando por hecho que son felices simplemente porque pensamos en cómo nos sentiríamos si estuviéramos en su lugar.

Hay grados de envidia, empezando por la admiración hacia alguna persona por tener algo que nos gustaría tener a nosotros, algo normal y habitual; pero otras veces llegamos a un nivel de envidia que conlleva tal malestar que puede alcanzar el extremo de un gran sentimiento de odio,  acompañado de un deseo, más o menos consciente, de destrucción de la persona envidiada.

A esta envidia por lo que tienen otros se añade también la envidia por la capacidad que tienen para conseguirlo, y en ello hay implícita una acusación contra nosotros mismos, nos sentimos disminuidos y humillados, mientras que los demás son capaces de tener nosotros no podemos hacer nada. A menudo nos decimos, para compensar, que no importa, que lo que tienen otros no vale para mí, estoy bien así, no quiero ser como ellos, los vemos superficiales y materialistas, y ante nuestra escasez nos confortamos hurgando en las profundidades de nuestro sufrimiento, si tuviéramos lo que nos falta seríamos mucho mejores que los demás, porque en realidad somos diferentes y especiales.

Envidiamos a los demás y deseamos ser una persona mejor, rechazándonos a nosotros mismos, siendo incapaces de nutrir la única sustancia que poseemos, nuestra esencia, ya que no somos capaces de verla. Así que cuando envidiamos a alguien le estamos idealizando y a lo que éste posee, y a la vez nos estamos rechazando a nosotros mismos y a lo que tenemos. De modo que tanto nosotros como el otro, en vez de ser tomados como una totalidad, como personas completas, consideramos solo una parte, y mientras la parte del otro es idealizada como lo que es bueno y deseable, cuando nos comparamos, nos fijamos solamente en nuestras carencias. Solamente si estamos abiertos a percibir nuestros cambios de ser, estar y sentir, cuando somos capaces de vernos en nuestra totalidad, con todo lo que somos, con los mejores y peores atributos, entonces seremos capaces de ver lo mismo en el otro.

No tenemos carencias sino diferencias, y en eso todos somos iguales. Es más fácil ver lo bueno de los demás porque es lo que quieren mostrar, y lo malo queda en privado, como si no existiera, pero existe, igual que existe lo bueno en nosotros y que muchas veces parece que hemos olvidado. Somos capaces de muchas cosas, de dar amor y de compartir, de sobrevivir en los malos momentos; nuestras virtudes no son siempre algo visible, están en el fondo de nuestro corazón, y además están deseando salir. Pero debemos ver y valorar todo lo que guardamos en nuestro interior si queremos compartirlo y no depender nunca del juicio de los demás.

Ecuanimidad, la virtud del eneatipo Cuatro, viene a significar “igual ánimo”, un equilibrio emocional que solo es posible cuando nos observamos con equidad de mente y de corazón, una visión completa y equilibrada de nosotros y de todos los demás. La ecuanimidad se desarrolla manteniendo nuestro corazón abierto a las circunstancias cambiantes de nuestra vida y comprendiendo que aquello que se considera bueno está siempre en nuestro interior, igual que en el de los otros, que seamos capaces de regocijarnos y deleitarnos con la belleza y abundancia del alma, la cual forma parte de todos y cada uno de los seres humanos.

ENEATIPO 5: LA AVARICIA

Con frecuencia nos aferramos a algunas cosas con una gran fuerza, como si nuestra supervivencia dependiera de ello. La tendencia a poseer y la resistencia a dejar ir, es uno de los más poderosos y característicos impulso de nuestro ego. A qué nos aferramos varía mucho según sea nuestro ego, así, diferentes eneatipos y subtipos se aferran a cosas diferentes, sean objetos materiales, recursos, personas, grupos, poder, éxito, etc.

En el eneatipo Cinco encontramos la pasión de la avaricia como la principal característica emocional. La avaricia no se trata, hablando de eneagrama, de un impulso por acumular sino un impulso por retener, por conservar los recursos que ellos, profundamente, sienten que necesitan y sin los que no podrían vivir en paz. Se trata, en realidad, de la sensación de que si conservan estos recursos estarán protegidos ante lo peor que pudiera pasar, puesto que el Cinco vive como si estuviera solo en el mundo ante el peligro, y no puede, o no quiere, contar con la ayuda de los demás.

Y este sentirse separado es el error de este eneatipo, pensar que eres un individuo es correcto, pero no un individuo aislado con límites que nos separan de los demás. Un Cinco vive la vida como si estuviera en una burbuja, a través de la que puede ver el mundo y a las personas, pero siempre preocupado de que se pueda quedar sin aire, que el aire que está fuera de su burbuja no le sirve a él para respirar. Así que lo que hace es protegerse, estar aislado significa que puede tener el control de su mundo, y que nadie le va a invadir y le va a dejar sin aire. 

Por eso retiene, porque en el fondo siente que lo necesita, que en realidad su mundo es tan precario que no tiene para dar, ni para compartir, cree que se quedaría enseguida sin nada y desaparecería. Por este motivo la pasión de la avaricia no tiene que ver simplemente  con retener cosas materiales, es más un sentido del ego lo que retiene, una auto-imagen interna, de sí mismo y de su mundo particular. Lo que retiene el Cinco es su propio yo, lo cual refleja en los demás su sentido de estar aislado, y  le hace parecer extraño y diferente, ofreciendo más bien un aspecto de estar en retirada y oculto de la completa conexión con la vida plena.

Detrás de este aspecto de tipo raro se encuentra alguien temeroso, el Cinco acostumbra a ser en realidad una persona muy sensible, a pesar de lo que parezca desde fuera, es como si sus nervios estuvieran expuestos al exterior y esto les hiciera parecer reservados y retraídos, y emocionalmente empobrecidos, debido a una especial sensibilidad a la intrusión emocional, básicamente, y a una necesidad de sentirse seguros tratando de mantener el mínimo “input” desde el exterior. Aunque algunos Cinco parezcan gregarios, esto es solo algo superficial, siempre hay una parte de ellos que se siente separada, que se mantiene en el aislamiento, exponerse demasiado le resulta amenazante y para defenderse, antes o después, necesitan retirarse. Una metáfora adecuada sería la de una tortuga, preparada en todo momento para esconderse en su caparazón si se siente amenazada.

Otro modo de exponer esta pasión podría ser utilizando el concepto de “apego”, una característica del ego que trata de encontrar seguridad sintiéndose vinculado a algunas cosas. Y al explorar esta pasión nos podríamos adentrar en el terreno de la espiritualidad, sobre todo en el entendimiento que encontramos en el corazón del budismo, y donde vemos que el mayor apego es al concepto del “yo”, y a las opiniones y creencia que tenemos, y que el apego es en sí suficiente para explicar el sufrimiento humano, tal y como expone la teoría budista a partir de las “cuatro nobles verdades”.

Esto nos lleva a la virtud del eneatipo Cinco, el “desapego”. Cuando aquí hablamos de desapego no significa el no poseer nada, puesto que esto se convertiría en el apego a no tener, algo que suele malentender el Cinco cuando se comporta de manera austera y aveces miserable. El auténtico desapego es hacia nuestro ego, hacia todo aquello que nos separa de los demás detrás de la creencia de que debemos ser y poseer para sentirnos bien, y que debemos protegernos de los demás para que no nos quiten lo que somos. Desapego es darse y compartir, sentir que en todo momento tenemos lo que necesitamos para vivir, y que lo que de verdad nos hace felices no es lo que tenemos, ni lo que somos, sino los momentos que vivimos al lado de las personas que nos importan. En fin, no es tener, ni retener, es dar y compartir.

Lo que necesitamos es estar presentes en nuestros corazones, en nuestro cuerpo y en nuestra experiencia. Cuando conectamos con nuestra verdadera naturaleza nos damos cuenta de que no hay nada a lo que estar apegado, porque todo lo que somos es esa apertura a sentir la libertad y la conexión con el todo, cuando comprendemos que nuestra verdadera naturaleza es algo a lo que no podemos apegarnos, que simplemente “es”, y es entonces cuando podemos relajarnos y abrirnos a la realidad con confianza.

La experiencia es algo que cambia constantemente, y cuando conocemos esta experiencia creemos que hay un momento fijo al que aferrarnos, sin embargo todo es como el curso de un río, con un cambio permanente.  La verdad es que nuestra verdadera naturaleza es simplemente este cambio que fluye, todo es impermanente, y lo único que tenemos es el momento presente y lo que hagamos con él.

Dice Oscar Ichazo: Desapego es la comprensión precisa de las necesidades del cuerpo. Un ser desapegado toma solamente lo que necesita y deja ir todo lo demás. Desapego es la postura que permite que la energía vital fluya libremente a través del cuerpo…Esto se entiende mucho mejor si pensamos en necesidades como las necesidades del alma. Las necesidades surgen, no se crean ni se anticipan.

Desapego es vivir el presente, ser conscientes de que somos parte de algo mayor, y todos somos parte de ello. Es sentir la libertad de ser uno mismo en cada momento y expresar el contenido de nuestra alma. Vivir para uno mismo no tiene sentido, el sentido de la vida pasa por trascender los límites del ego y cumplir el cometido que cada uno de nosotros tiene como parte de la naturaleza de todas las cosas…

ENEATIPO 6: EL MIEDO

MIEDO

En la prehistoria el ser humano vivía en un entorno peligroso, donde debía mantenerse a salvo de un sinfín de peligros y, al mismo tiempo, tenía que luchar por obtener los recursos necesarios para sobrevivir. El miedo era la diferencia entre vivir o morir, entre esta alerta y preparado ante cualquier amenaza o ser víctima de los peligros de la naturaleza. Hoy en día ya no tiene este sentido el miedo, sin embargo vive en nosotros todavía, aunque en vez de tener miedo por nuestra vida tememos por que otros nos hagan daño.

El “miedo”, la pasión del punto Seis, en lugar de estar erradicado, simplemente ha cambiado su aspecto, y se ha convertido en uno de los pilares de la vida moderna, desde el momento en que nos identificamos con nuestra estructura de personalidad, vivimos con miedo.

Para el Seis el miedo es su principal preocupación, aunque sea a nivel inconsciente, es lo que impulsa su personalidad, sienten el mundo como un lugar peligroso donde nunca puedes estar seguro del todo. Siempre están en guardia, siempre alerta, buscando dónde está el peligro.

Al vivir con la sensación de que el mundo es inseguro y peligroso, y el entorno un lugar hostil, y que las gente está motivada solamente por el egoísmo, se sitúan en en una perspectiva de cinismo según la cual la bondad no sólo es algo inalcanzable sino que simplemente no existe. No  se trata solamente de dudar de la cara positiva de las personas, sino más aún de la intención de los impulsos instintivos, de sus motivaciones, y esto a su vez produce una actitud temerosa hacia la realidad interna, experimentándola como desconfiable y engañosa, un temor básico a los impulsos que surgen espontáneamente de nuestro interior. Como por ejemplo cuando tienes miedo a discutir con alguien por miedo a perder los estribos o entrar en pánico.

Es esta convicción de desconfianza hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el mundo en general la que conlleva un permanente estado de miedo o ansiedad. Inevitablemente, todos nosotros, en el punto en que nos identificamos con nuestra personalidad, compartimos este cinismo del punto Seis y su resultante pasión, el miedo.

CORAJE

Es habitual buscar la seguridad en algo o alguien que nos proteja, pero buscar la seguridad fuera no resuelve el problema, y si lo hace es solo algo temporal puesto que se convierte en una situación de dependencia, una dependencia en la que está implícito el miedo a la pérdida, y al mismo tiempo un vivir con una sensación de vigilancia, de no poder relajarnos nunca del todo por si acaso, y esto se convierte en un círculo vicioso, cuando buscamos fuera de nosotros la seguridad nuestra búsqueda se hace infinita.

Lo que necesitamos es entender que la seguridad es algo que debemos encontrar dentro de nosotros mismos, y que lo que interfiere con la capacidad de cuidar de nosotros mismos es precisamente nuestra ansiedad. La seguridad la debemos hallar en nuestra naturaleza interior, y es esta ansiedad la que no nos permite tomar contacto con ella. Tenemos miedo de nuestros deseos, de nuestros impulsos, de ser espontáneos, de ser nosotros mismos…miedo de que no haya nada en nosotros en lo que podamos confiar. Y esto se acaba convirtiendo en una profecía autocumplida, abandonarnos a nosotros mismos es dejar de estar en contacto con la dimensión estable y confiable de nuestra profunda naturaleza, es dejar de estar en contacto con la infinidad de recursos de que disponemos para enfrentarnos con las dificultades que se nos presenten.

Todo esto sucede por la manera en que funcionamos psicológicamente, pues acumulamos una reserva de ansiedad si gestionar durante nuestra vida, y es imposible llegar a sentirse seguro sin ponerse a trabajar sobre ello directamente. Si lo que conforma nuestra estructura de personalidad es la inseguridad, la única solución  es trabajar esta estructura destapando el miedo contenido en ella. Más que buscar seguridad, entonces, se trata de explorar nuestra falta de seguridad. Entender que esta inseguridad es más bien algo neurótico más que algo realista, y que el remedio reside en nosotros mismos,  que la seguridad la encontraremos en nuestro interior y que lo que interfiere en nuestra capacidad de conseguirlo es el estado de ansiedad. Nuestra ansiedad, normalmente desproporcionada en relación a la situación real, inhibe e incluso paraliza la posibilidad de vivir plenamente, tenemos miedo de las cosas externas, pero cuando exploramos esto detenidamente la mayoría de veces vemos que el miedo es hacia nosotros mismos, hacia nuestro deseos, hacia nuestros impulsos, a qué pasaría si actuásemos espontáneamente, incluso tenemos miedo de provocar ansiedad en el otro y esto incrementa la nuestra.

Nuestro primer objetivo es abrirnos y observar la realidad interior, pensamos que coraje es ausencia de miedo, pero el verdadero coraje no es eso sino más bien la valentía de ver qué es lo que nos provoca ese miedo y qué es lo que necesitamos para enfrentarnos a cada pensamiento que nos produce ese miedo. Para ello debemos empezar por enfrentarnos a las creencias establecidas en nuestro pasado que dan cuerpo a ese miedo y cambiarlas por la confianza en nuestra auténtica capacidad de sobrevivir y de sobreponernos a cualquier problema.

Darnos cuenta de que vemos a los demás mucho más amenazantes y malévolos de lo son en realidad, y de que muchos de nosotros vivimos el miedo basándonos en esta creencia. Cuando exploremos esto encontraremos que se trata de una proyección de nuestra propia agresividad y hostilidad desplazada, sobre todo en los casos en que tratamos de ser buenas personas y mostrarnos a nosotros mismos con una vida íntegra, poniendo en los demás nuestros propios impulsos, de los que pretendemos renegar.

Cuando reconocemos estos impulsos agresivos nos encontramos paradójicamente en dos cambios perceptivos, el primero en nuestra forma de experimentar el mundo que nos rodea, que es mucho más benevolente y amoroso de lo que nos parece, y el segundo en la forma en que nos experimentamos a nosotros mismos y nuestra naturaleza.

Nuestra proyección crea de ese modo una especie de cortina que oscurece lo que percibimos, tanto alrededor nuestro como en nuestro interior, y bloquea la luminosidad que está presente y es esencia de la naturaleza de todo lo que existe.

Cuando valientemente penetramos en nuestra experiencia interior, incluida nuestra propia presencia, encontramos que nuestra naturaleza es algo indestructible y nuestra ansiedad desaparece, cuando tenemos el coraje de relajarnos y dejar de estar alerta nos abandonamos al verdadero soporte amoroso de la realidad.

ENEATIPO 7: LA GULA

GULA

Todo lo que nos gusta o nos proporciona placer nos atrae inevitablemente, de la misma manera que todo lo que nos hace sufrir nos produce aversión y nos impulsa a huir o a evitarlo de algún modo. Este impulso que a todos nos define es la característica principal del “eneatipo siete”, y al mismo tiempo su gran fuente de sufrimiento.

En la actualidad esta faceta del ser humano se encuentra sobre-estimulada. Vivimos en una sociedad consumista en la que se han cambiado los antiguos valores por otros nuevos, (que se pueden comprar), y nos encontramos inundados en todo momento por una avalancha de ofertas que se podrían resumir en que lo que otros tienen y les hace ser felices, (o eso es lo que nos quieren hacer creer), se puede comprar con dinero. Esto se transforma en una epidemia de adictos a la búsqueda de la felicidad, un ansia insaciable por estímulos excitantes que nos hagan sentir cosas que ya no sabemos ni siquiera qué son; y una necesidad de ganar dinero para comprar todo esto que nos lleva a una absoluta insatisfacción, que evidentemente solo podemos soportar si nos compramos más cosas, hacemos más viajes, o nos apuntamos a más actividades, etc.

De esta manera buscamos cosas que nos distraigan y nos ayuden a evitar cualquier sensación de sufrimiento, tratamos de eliminar de nuestra vida todo aquello que no nos gusta en vez de enfrentarnos a ello. El móvil, la televisión, el alcohol, el tabaco, etc., son herramientas que nos proporcionan una evasión, momentos de distracción en que podemos dejar de pensar en el lado negativo de la vida, momentos en los que podemos fantasear que estamos bien simplemente no siendo conscientes de nuestras dificultades y de nuestras miserias.

Puede definirse este problema como una manifestación de inmadurez, una actitud infantil e ingenua, como si fuéramos niños grandes que se mueven simplemente por el impulso del placer mientras los adultos se encargan de solucionar los problemas. Porque ser adulto significaría aceptar las cosas como son en realidad, y hacer lo que se necesite para solucionarlas, al margen del grado de confort o disconfort que experimentemos con ello.

La pasión del eneatipo siete es la “gula”, una emoción profunda y permanente que confunde el sentido de la vida con la búsqueda del placer. La gula es, sobre todo, un deseo por consumir, o más bien por probar y sentirse estimulado, un apetito mental que se basa en una sensación de bienestar fruto de la idea de sentirse conectado con el placer, y una promesa de poder alcanzar la felicidad si mantenemos esa agradable excitación durante todo el tiempo.

Sin embargo esta es una experiencia superficial, que no llena, que no satisface el resto de las dimensiones del ser humano. Ignorar lo feo de la vida es perpetuar su influencia, es acabar creando una angustia de fondo que nos niega el contacto con nuestro ser, que nos obliga a auto-engañarnos, mediante la racionalización característica de este eneatipo. Y lo que más llama la atención es que la Gula refleja de modo directo el dolor del Siete, aunque parezca lo contrario, un mayor esfuerzo por estar estimulado evidencia un mayor sufrimiento del que se quiere escapar.

SOBRIEDAD

Para que esta felicidad sea real se necesita tomar contacto con las interioridades del Ser, mirar a nuestra alma, sea lo que sea lo que nos encontremos, y observar este sufrimiento sin miedo y sin juicio. Cambiar el “principio del placer” por el “principio de la realidad”, y esto nos lleva a la virtud del Siete, la “Sobriedad”. La sobriedad denota una restricción por los apetitos y nos guía por el sano camino de la razón mediante la reflexión fundada en la realidad y no en los impulsos resultantes del deseo.

El sentido de esta virtud reside en la consciencia del momento presente, independientemente de si nos gusta o no, sin juzgar si es bueno o si es malo. abrazar lo que “es” en cada momento y observar cómo nos transforma. Valorar y apreciar el momento presente nos proporciona una sensación de paz, una aceptación de lo que estamos experimentando es la manera de estar conectados con nuestra esencia y sentir la plenitud de la vida, no necesitamos nada más.

Sobriedad es así un no dejarse llevar por los impulsos de nuestras emociones, no embriagarnos por experiencias estimulantes, ni ignorar o exagera nuestro dolor, sino experimentarlo todo directamente, completamente, con toda la plenitud de nuestro ser. Dejar de sentirnos sedientos y ansiosos como vasos que se tienen que llenar, conectar con la vida, con nuestra alma y abrirnos al misterio de nuestra verdadera naturaleza.

ENEATIPO 8: LA LUJURIA

LUJURIA

El aspecto más intratable de nosotros mismos con el que tenemos que lidiar es la parte animal de nuestra psique, cuya preocupación  principal es nuestra supervivencia física, y cuyo interés radica solamente en el placer y la gratificación de impulsos y deseos, independientemente de lasResultat d'imatges de supervivencia consecuencias que resulten para otros o incluso para nosotros mismos.

Este aspecto está en el corazón de la estructura del ego, y se trata de una fuerza impulsiva oculta y habitualmente desconocida en la vida de muchas personas.

Normalmente nos identificamos con nuestra superficie, con nuestra forma física, mientras que la parte interior de nuestra alma queda perdida en el inconsciente,  por lo tanto nuestra identificación consciente es en mayor medida con el cuerpo y con sus impulsos e imperativos biológicos. Esta orientación materialista, que hoy consideramos normal, es el legado de siglos de disociación entre cuerpo y espíritu.

Entonces, puesto que nuestro sentido de quién somos está decididamente enraizado en el cuerpo, nuestra alma experimenta una sensación interna de vacío, y esta sensación se manifiesta  en la forma de la pasión del eneatipo  Ocho, la lujuria.

En el eneagrama, el significado de la palabra lujuria está relacionado con una insaciable ansia y anhelo por llenar ese vacío, una pasión por el exceso, o un excesivo apasionamiento en el cual la gratificación sexual es sólo una posibilidad más. Es un impulso por tener, por consumir, por saciar y saturarnos con sensaciones físicas, algo que caracteriza a este eneatipo pero que es común a todos nosotros. Y puesto que este vacío sólo se puede llenar a través de una gratificación sensual es evidente que nuestra atención estará desviada hacia aquello que está más allá de nuestro cuerpo.

De este modo la perspectiva del Ocho se dirige principalmente a  satisfacer sus impulsos, y cualquier obstáculo como son las convenciones sociales o formalidades pueden ser consideradas  absurdas y superfluas, y las demás personas simplemente ser tenidas en cuenta como una fuente de gratificación.

El concepto de alma animal es central en esta pasión, es como la expresión de un impulso de energía interior que atraviesa los velos de la estructura de la personalidad y se manifiesta en nuestras sensaciones y en nuestra conducta. Típicamente se muestra en los Ocho cuando observamos que están llenos de entusiasmo, intensidad, impulsividad, y que acostumbran a ser más espontáneos y menos inhibidos que los otros tipos.

 

INOCENCIA

La verdad es que nuestra última naturaleza no es el cuerpo, no es algo de forma física o material, orientarse hacia satisfacer los deseos sensuales o sensoriales no es alinearse con las cosas como realmente son.

Aunque por fuera los Ocho parezcan más vivos y exuberantes por dentro están como desconectados de su vitalidad, probablemente en proporción directa con su bravura. Como si las capas de su escudo protector les separase de su corazón, como si su alma se hiciese más dura e insensible.

Lo que necesitan, entonces, como todos los demás, es poder liberar la energía vital contenida en la estructura del alma animal, de manera que esta vitalidad pueda servir al alma de forma positiva.

Esto nos lleva a la virtud del punto Ocho, la inocencia.  Según Ichazo: ser inocente es responder de forma fresca en cada momento, sin memoria,  juicio o expectativa. En la inocencia uno experimenta la realidad y está conectado con su flujo.

Por lo tanto, experimentar la realidad con frescura e inmediatez consiste en hacerlo sin la distorsión de los velos del pasado, lo cual nos permitirá expresar la energía contenida en la estructura de nuestra parte animal y que esta estructura se vaya haciendo más transparente, libre de culpas, pero provista de la astucia y el ingenio propios de la orientación física, que nos permita ser verdaderamente humanos y que nuestra vitalidad fluya libremente por nuestra alma.

ENEATIPO 9: LA PEREZA

PEREZA

El hombre está dormido, este es el principio de todas las tradiciones espirituales, es por lo cual la realización espiritual suele llamarse despertar.  Aquí la pasión de pereza se refiere, no a ser reacio a moverse o hacer cosas, sino  a un impulso a poner la atención fuera de uno mismo, en el mundo exterior  y en la vida de los demás.  Y esto da como resultado que  la propia vida interior parezca  algo poco importante, tanto como para uno mismo como para los demás.

Atraídos por el camino de la menor resistencia,  tratamos de evitar el cuestionarnos demasiado  las cosas,  con una preferencia por las cosas fáciles, sin conflictos, y que no demanden mucha asertividad. La motivación inconsciente es permanecer en la superficie de la experiencia.

El punto Nueve del eneagrama es considerado el punto primario, en el cual los demás eneatipos se reflejan, y su pasión, la pereza,  la más central.  Esta pereza apunta sobre la tendencia en la mayoría de la humanidad a no reconocer que gran parte del mundo que vivimos es una realidad auto-impuesta, que poco tiene que ver con las cosas como realmente son.  Experimentamos el mundo a través de los filtros de nuestros condicionamientos, establecidos mayormente durante la infancia, y nos movemos por la vida  como en un trance, inconscientes de que hay más vida de la que experimentamos.  Y los demás eneatipos son variaciones de cómo tratamos de compensar esta falta de conexión.

 

ACCIÓN

Profundizar en la amplitud de nuestra conciencia requiere comprender la orientación habitual de nuestras almas. La mayoría de la humanidad vive en un estado en el cual la atención está puesta directamente en lo externo, enfocada en lo que se está haciendo o en la persona con la que te estás relacionando. Este estado, que puede llamarse de piloto automático, es vivir y operar mecánicamente en respuesta al exterior con poca conciencia interna. Esta es la naturaleza de nuestro sueño, y despertar requiere expandir nuestra conciencia hasta incluirnos a nosotros mismos y a todas las dimensiones de la realidad que son parte de nosotros y de las cuales nosotros somos parte.

Como principio se trataría de tomar consciencia de nuestro cuerpo, lo que significa  no solamente ocuparlo, sino sentirlo y experimentarlo desde el interior. Y siguiendo con este tipo de exploración a nivel más profundo descubrir que nos encontramos con numerosas capas que podemos ir deshaciendo  hasta   llegar a experimentar la verdadera naturaleza de nuestra alma, un estado libre de nuestra historia egoica, que lejos de tratarse de un estado estático  se muestra con diferentes cualidades, familiares para nosotros, como compasión, plenitud, paz, coraje, silencio, etc…    Esto llevado a una práctica constante nos puede proporcionar  un alto grado de libertad de los condicionamientos  de nuestra personalidad,   en otras palabras: la práctica de la virtud de la acción nos permite tomar contacto con nuestra alma, con nuestra verdadera naturaleza, y ver que esta naturaleza es en realidad la naturaleza de todas las cosas.

Este esfuerzo  da lugar a la acción interior  y también a la acción exterior, al comportarnos  de acuerdo a los principios y las características de la verdadera naturaleza, lo que los budistas llaman la acción correcta, descubrimos otro matiz de la virtud de la acción. Basar nuestra conducta en estos profundos principios, mediante la práctica, nos ayudará a alinear nuestra alma y nuestra conciencia con un estado de iluminación y de despertar.

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